¿Nos cansamos, nos rendimos?

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Manuel Molina.

Me llega  un artículo donde un profesor universitario uruguayo firma su renuncia a continuar impartiendo  clases de periodismo  en la Universidad ORT de Montevideo.  El motivo, según alega, es que los jóvenes contemporáneos están adormilados y son incapaces de activar sus cinco sentidos por un desinterés genérico de esta comunidad cada vez más virtual y deshumanizada. El académico lamenta que se haya llegado a un punto en el que ni siquiera (y aquí nos deberíamos meter todos) seamos conscientes de que estar pegados a la pantalla puede faltar el respeto o herir a la persona que tenemos enfrente, ya sea en clase, en el trabajo o en la calle.

Leonardo Haberkorn, autor del artículo, asegura que el mundo cada vez es más mediocre debido a una sociedad que como ovejas deambula por las ciudades  pegada a los iconos de un  teléfono móvil. Según cita el profesor en “Me cansé… me rindo…” no vale la pena gastar las fuerzas de tu propia pasión con personas ausentes que están frente a ti como podrían estar en cualquier otro lugar.

Algunos lectores tras leer “Matriculas tintas” (artículo publicado el mes de septiembre 2018) me han venido a decir que a la juventud actual le vendría bien un mes seguido de vendimia para espabilar. Sin embargo, considero que esta nueva sociedad que llega tiene muchos más medios y opciones que las que le han precedido, pero bajo mi humilde punto de vista les falta humor (como se suele decir en Daimiel). Viven en una constante velocidad y  les desespera   pararse a leer un libro o realizar un trabajo que obligue a su concentración. Siempre hay excepciones, por supuesto, pero la rapidez se ha instalado como un chip global, y a día de hoy detenerse es sinónimo de pérdida de tiempo. Por ello, y volviendo al artículo, el sr. Haberkorn critica duramente que cada falta de interés por parte de profesores o familiares les ha ido minando hasta llegar a un punto en que todo da lo mismo, y que lo menos mediocre parece bueno.

El silencio ha terminado por vencer a este  profesor, en su texto se puede intuir la rabia que produce lanzar preguntas a un aforo mudo y  ocupado en la pantalla brillante de un smartphone que estudia algo que no consume. El silencio es un mal que puede hacer mucho daño si se deja propagar sin vacuna. Decía mi querido don Miguel Delibes que “un pueblo sin literatura es un pueblo mudo” y creo que a esta anomalía se refiere el profesor, ya que una sociedad sin curiosidades da pisotones a su cultura y pierde las velas de su rumbo. Si llegado un momento dejamos que nuestro futuro solo se fije en los peinados de los futbolistas o los vestidos de las divas de televisión comenzaremos poco a poco a enmudecer.

Es muy triste observar como algunas toallas caen a la lona cuando deberían alzarse a lo más alto. Es una pena leer la última frase del artículo, y cito literal: “Ellos querían que terminase la clase, yo también.”

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