LA TERCERA OLA

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Uno del pueblo

No transmite buenas sensaciones contemplar las calles del centro de Daimiel escasas de movimiento, huérfanas de personal que surque baldosas de la Plaza desde Monescillo hasta el Parterre. Pasos precipitados con destino concreto, a fin de entretener lo menos posible la gestión, es lo que se aprecia. Corrillos mínimos. con monotema de conversación y algunos niños corretones, con inocente actitud, pero pronunciando con claridad la maléfica palabreja.

Y es que el vocablo fatídico, coronavirus, fluye de boca en boca cada vez con más frecuencia, a medida que aumentan los contagiados en los entornos familiares o cercanos. Se extiende entre grupos sociales o familias esta tercera ola, ya anunciada pero no suficientemente prevenida, si bien no todo es culpa de la falta de prevención. El “bicho” se expande por múltiples y desconocidos recovecos, sin que las orientaciones sanitarias sean suficientes o las noticias anunciadoras de fatídicos desenlaces terminen de convencer a sectores negacionistas de esta lamentable pandemia, sectores que confunden y provocan dudas en determinados ambientes de la sociedad.

 Pero la realidad incuestionable es el aumento masivo de infectados por el covid de los nísperos, el colapso de hospitales y centros médicos más la insuficiencia de profesionales sanitarios ante la invasión acelerada de contagios en esta tercera ola. Ya no hablamos de personas mayores o de mayor riesgo, con afecciones pulmonares, cardiacas, de origen diabético, obesidad, sistema inmunitario débil, o enfermedad renal hepática o crónica. Gente de cualquier edad, incluidos los niños, pueden contagiarse de este virus.

Para frenar el avance de contagios, se ha recurrido a la medida obligatoria, que tanto incide en la actividad normal daimieleña, pero a grandes males grandes remedios que a todos nos afectan. Bares, centros sociales, deportes de nuevo a puerta cerrada, comercios determinados…, es lo que nos toca ante la situación temerosa en la que estamos inmersos, llegándose a triplicar en las últimas semanas el número de positivos. Hay que aceptar de buen grado las medidas restrictivas actuales que en nuestro beneficio futuro redundará.

Una buena actitud por parte de todos, sin duda, debe ser autoimponernos el confinamiento individual por puro y propio convencimiento hasta que las cifras negativas adquieran otro cariz, sin olvidar nunca el apoyo y ayuda a quienes precisen ánimo, protección, consuelo y calor humano, compañía emocional sobre todo a personas más vulnerables que ante esta situación necesitan más amparo.

¡ Animo, Daimiel, la moral, arriba!.  No hay mal que cien años dure. La llegada de la vacuna irá resolviendo poco a poco los efectos de esta calamidad. Mientras tanto, el espíritu “chucho” será capaz de aguantar esta cruel tempestad. Aunque más vale prevenir que curar, utilizando la mascarilla, higiene de manos frecuente con hidrogel, distancias de seguridad buena ventilación en las viviendas y todas las medidas recomendadas, con actitud positiva, esperanza y responsabilidad. Si te proteges tú, proteges a los demás, hay que colaborar mientras esto sube y baja, va y viene, como las olas. Hay que colaborar.

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