LA EDUCACIÓN PRIMARIA EN DAIMIEL DURANTE EL SIGLO XIX

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PRIMERA PARTE

Juan Vidal Gago.

Tradicionalmente, la educación fue concebida como algo que estaba reservado a los estamentos privilegiados, quienes únicamente tenían acceso a ella.

De la presencia en la villa de centros educativos, tenemos datos referenciales desde la Edad Moderna. El día 7 de julio de 1687, fallece D. Eugenio Vázquez Moreno, maestro de niños 11y el día 28 de diciembre del mismo año, hace lo propio D. Antonio López Lerdo, también maestro de niños.

En el repartimiento de alcabalas, cientos y servicios de 1726, aparece en la parroquia de San Pedro, entre otros D. Agustín Dotor, maestro de niños, quien no paga por ser pobre2.

A la pregunta número 32 del Catastro del Marqués de la Ensenada, referido a Daimiel, acerca del número de establecimientos comerciales y profesionales que hay en la localidad, se contesta, que Daimiel cuenta con siete maestros de primeras letras, un preceptor de Gramática3 y una casa para futuro colegio de Padres de la Compañía de Jesús.

El artículo 366 de la Constitución  Española de 1812 -La Pepa- está redactado de la siguiente forma: En todos los pueblos de la monarquía, se establecerán escuelas de primeras letras, en las que se enseñará a los niños a leer, a escribir y a contar y el Catecismo de la Religión Católica, que  comprenderá también una breve exposición de las obligaciones civiles.

Los vaivenes políticos del nefasto reinado de Fernando VII, provocan la aparición y desaparición de distintas y opuestas normativas educativas: La Ley de Instrucción Pública de 1813, la abolición de la misma, con motivo de la abolición de la Constitución en 1814, el Reglamento de Instrucción Pública de 1821, el Reglamento de Escuelas de Primeras Letras del Reino de 1825, el Plan Calomarde de 1826, etc. que sufren de manera especial, tanto docentes como alumnos.

Estando a principios del año 1829 vacante una escuela de Daimiel, es solicitada por D. Ignacio María Mejía, por D. Manuel Carrillo Cisneros y por D. Manuel María Pinedo, siendo adjudicada en el mes de abril al primero de ellos, pero quien llegando el mes de noviembre de dicho año, aun no se había presentado en la localidad, por lo que la escuela permanecía cerrada, situación que es denunciada por D. Manuel Carrillo Cisneros, a la vez que aprovecha también para volver a solicitarla, a lo que el ayuntamiento accede en noviembre del mencionado año, nombrándole Maestro de Primeras Letras.

Poco tiempo más tarde, en 1831, la plantilla de maestros daimieleños volverá a quedar completa con la incorporación de dos maestros más: D. Carlos José María Jiménez y el ya citado D. Manuel María Pinedo.

Desde un principio, poco cordiales fueron las relaciones personales entre compañeros, sobre todo entre D. Manuel Carrillo Cisneros y D. Manuel María Pinedo, agudizadas aun más en un ambiente, si no de pobreza, si constantemente rozándola, hasta el punto que el segundo de ellos, ya en 1831, se dirige al Ayuntamiento manifestando que a su escuela asisten un total de 9 niños pobres – por tanto no pagaban- cantidad superior de los que asisten a las otras dos, por lo que sus ingresos son menores, puesto que era menor también el número de niños que pagaban y además, él vive en una casa alquilada ya que la casa municipal para maestros está ocupada en parte por la escuela regentada por D. Manuel Carrillo y en otra parte por el Aula de Latinidad dirigida por D. Casimiro Manuel Moreno Moyano, estando desocupada otra parte que el primero de ellos se comprometió a reparar, pero no lo ha hecho, por lo que solicita que esta última parte, se le adjudique a él, que también se compromete a repararla4.

El Ayuntamiento accede a esta petición, ya que al ser daimieleño D. Manuel Carrillo, tiene aquí su propia casa y no necesita la municipal.

Con salarios tan escasos, cualquier ingreso, o ausencia de gasto, por pequeño que fuera, tenía una importante repercusión en la economía familiar, tanto en estos docentes, como en la de otros de épocas muy posteriores.

En Daimiel, los maestros tenían asignada una cantidad anual, procedente del denominado fondo de propios, que tampoco se repartía por igual. Sabemos que en 1844, de los 900 reales consignados para esta finalidad, D. Manuel Carrillo percibió 550 y D. Carlos José María Jiménez los 350 restantes5.

Muy importante fue en esta época, tanto el título que exhiben los maestros como la forma de conseguirlo y sobre todo la sustancial diferencia existente entre las pruebas que tendrían que superar maestros y maestras para esta consecución, ya que siendo una de las características más notables de la educación la diferencia entre sexos, diferente era también el nivel de exigencia, la composición de los tribunales que habrían de juzgar las pruebas, el programa y contenidos de las mismas y como consecuencia de todo ello, el salario a percibir por el trabajo realizado en la escuela. Coincidían únicamente en la elevadísima cantidad a pagar por la obtención de dicho título, cifrado en estos momentos en 160 reales del título, 65 reales más por derechos de examen y 200 más en caso de Maestros Superiores.

Continuará…

  Referencias:

(1)Archivo Parroquial de San Pedro. Libro II de Defunciones.

(2)Archivo Municipal de Daimiel. AMD. Documento 197-17

(3)Arroyo Illera, F. Daimiel 1752, según las respuestas del Catastro de Ensenada. Edit. Tabapress. Madrid 1993.

(4)AMD. Libro Capitulares. Signatura L/00002.

(5)AMD. Libro Capitulares. Signatura L/00004.Acta del Pleno del 2 de abril de 1844.

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