NADIE PUEDE DUDAR

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José Pozuelo

Nadie puede dudar de la individualidad de las abejas. De una abeja, quiero decir. ¡Mírala!, no hay otra igual. Me la imagino como una revolucionaria, reivindicando que su alma diminuta le pertenece por completo. Que es dueña de su destino cuando abre las alas sobre las hojas que caen. Que cuando vio el corazón de la cigarra cantar se abrieron las cortezas de los árboles.

Nadie puede dudar de unos ojos azules. Sin embargo, hace poco leí que nadie tiene los ojos azules, es un efecto óptico de refracción de la luz; para que hubiera magia tenía que haber truco.

Nadie puede dudar del aire. De este de aquí, que inhalo ahora. Y, en realidad, es el mismo que se escapó tras de tí aquella última vez. Pero dudo que lo recuerde o no se comportaría así, dejándome con la duda de cómo hueles hoy.

Nadie puede dudar de que las cosas muertas no hablan a pesar de que estas letras lo hacen ahora mismo. De de los números, esa exactitud que es la duda misma en la ruleta, y tantas otras veces… Dudar de Dios me hizo ateo y ahora dudo de eso también. El umbral de cada puerta entreabierta es una inquietud intolerable; a cada lado del quicio quedan dos vidas que no se conocerán. Incluso hay lugares donde no se puede dudar.

¡Qué seguro se está ahora que todas las repuestas están en el bolsillo! Pero, un huevo que cae, ¡cómo duda! Un funambulista, que trabaja en equilibrio sobre ella, y cuanto más tarde en resolverse, mejor, que nunca se cierre la boca en su asombro. Por que todo lo que suba baja, pero… ¿Y si… ¿Y si él no bajara nunca, y si en su balanceo se probara falsa a la misma gravedad? Si el siguiente pie toca la cuerda, aun se puede despertar del sueño de la razón. Sí, claramente él será quien nos libere (la verdad os hará libres y no habrá más verdad que su voluntad); cuando llegue al otro lado sin caer, la que caerá será la duda, primero esta concreta, y luego toda ella, como un castillo de naipes.

¿Qué podrá decir el profeta que salga victorioso de entre los dos signos de interrogación? ¿Cómo le seguiremos sin tener que meter el dedo en la herida, sin dudar setenta veces antes del siguiente amanecer? Quizá cubramos nuestras dudas con chocolate, esperando que al morder, sean avellanas. Habrá que hacer como la abeja. Ella no duda, la revolución que le imaginé no era esa, era justo la contraria. Habrá que hacer como la abeja.

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