VENDIMIA, CICUTA Y ESTRELLAS.

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José Pozuelo

Soñé que íbamos al médico… Al inspeccionar el sueño de cerca, ahora,  veo cómo está regido por tautologías, nada lo sostiene. Esto no niega su consistencia, y desde dentro se me presentaba incuestionable. Después de que me hicieran unas preguntas peregrinas en la consulta, volvíamos a casa, yo tomaba un café y eso era todo. Me avergüenza que mi imaginación no fuera capaz de nada más, muchos detalles me parecen delatorios, excesos para una historia sosa como aquella. Recuerdo especialmente la pregunta sobre mi identidad (me pregunté indirectamente), la luna demasiado roja que pasamos en la carretera y las sombras de una lámpara de hojalata.

Ahora estoy aquí, en la viña. Mire hacia donde mire, hasta donde llega la vista, todo son cepas. Las perfectas paralelas se alejan, de la siguiente forma, sin excepción; cuadrículas de cincuenta por cincuenta plantas, separadas metro y medio entre ellas, filas y columnas. Los lados del cuadrado son caminos algo más firmes. Por cada cuadrado vendimia un hombre, de sol a sol, arrastrando la cuba hasta que está llena. Entonces, al borde del camino espera una vacía, y al dejar al lado la llena, al rato se ha ido. De cuando en cuando, en uno de los laterales, me cruzo con algún compañero. Sus caras son familiares,  pero, a pesar de mi insistencia, no obtengo respuesta de ellos. Ya va a ponerse el Sol…

Volví a soñar, en la misma línea que la vez anterior. Estaba en la misma casa, salí al jardín (plagado de falacias que nuevamente di por sentado. Un granado y un pozo del que no se veía el fondo) y allí estaba ella. La recuerdo de otros sueños, fue la que condujo el coche de camino al médico. Su presencia me es grata, su recuerdo, lo único que merece la pena después. Me pregunto si significará algo.

No puedo parar a pensar sobre ello, un incidente ocurrido está mañana lleva la fiebre de mi noche a plena luz. En una de las lindes me crucé con un hombre. Su locura no resultaba evidente antes de cruzar unas pocas palabras con él, pero los graves anacronismos que aparecían en cada una de sus intervenciones lo delataron. Charlamos de forma ligera sobre los acontecimientos mundanos del momento, hasta que tras una cita epistemológica, se inclinó a revelarme (pues para él parecía un secreto amenazante) que su pasión era la filosofía, y se presentó como Sócrates. Un perfecto uso de la retórica amenazaba las convicciones ajenas, sus imposibles se asientan sobre la lógica, irrefutables, y, en sus mismas palabras, «lo imposible también es innegable´´ veo condensarse su metodología. Me dejo llevar por su voz mientras me agacho a cortar, una y otra vez, retrasando la llegada a la linde, donde nos separaremos. Contó que Leibniz cogía uva unas líneas más para allá, y que juntos habían desarrollado un sistema para transcribir los designios de La Viña, de Dios. Según dijo, todos los racimos tienen un número de uvas comprendido entre el uno y el veintitrés (nunca había reparado en ello y juré la falsedad de la ocurrencia en el acto, sin embargo, desde que pronunció la frase, todos los racimos que cogí cumplen la aberración de su ley). Si se asigna una letra a cada racimo, de forma que los que tienen una uva corresponden a la «a´´, los que tienen dos con la «b´´ y así, es posible descifrar los mensajes ocultos. Existe otro procedimiento que incluye los racimos sin uvas y las primeras ramas en un proceso de combinatoria para codificar el punto, la coma y el espacio. Añadió con fervor que los agoreros, los fariseos, fueron aplastados cuando se demostró que todas las letras aparecían por igual y que los mensajes eran legibles en muchas ocasiones.  Un mensaje de este tipo le motivó a dejar su cuadrante y viajar hasta estas tierras. No pude reprimir las faltas más graves de su teoría, de un modo amistoso, pues no tenía sentido discutir con un hombre como aquel. Aventuré darle salida a los sueños que me hostigan esta vendimia, se los conté y le pedí que consultara sus mensajes, en busca de significados, pues yo no podía encontrarlos en este mundo. Esto le sacó una sonrisa. Dijo:

-Tu hija me dijo que viniera. Dice que te visita a diario, pero no la reconoces…

Miré alrededor, buscando cómplices, pues no le creía capaz de aquello. Mi hija murió antes de que yo llegara aquí. Con el pretexto de vaciar mi cuba me despedí secamente. Me gritó de lejos que el sueño volvería esta noche. No le vi recoger una uva en todo el trayecto que compartimos.

Como predijo Sócrates, el sueño continuó, zozobra con más fuerza, y lo que más me sorprende es que se atreve a la manipulación moral a todo coste, a pesar de que sus intenciones no me son claras.  Con el paso de las noches me siento más ligado a él, ella se me presenta más real que las tenazas que sostengo. Anoche, ella me dijo que volviera, como si llevara fuera años, sin embargo me preparó un café en una taza que reconocí y puso en mi mano una pastilla. Iba a tirarla, pero ella llora, y me la trago. Después preguntó por mi trabajo en la viña… no recuerdo más.

Me aprieto el fajín y me seco la frente. El Sol parece decidido a derribarme, el aire se deforma y deforma lo que le rodea, sube en lenguas como espejos de circo.  

Me miro en un charco y soy más viejo.

Caigo…

Cuando abrí los ojos tenía agarradas las sábanas firmemente, la sensación de caída se prolongó unos instantes. Sara, mi mujer, está asustada a mi lado, la reconozco (ha cambiado y yo también), digo su nombre a viva voz. Ella me habla al oido y todo tiene otro sentido. He regresado.

No he vuelto a visitar la viña, la viña de Spinoza, en la que todo podía perseverar en su ser, la perenne vendimia que inventé cuando surgieron los fantasmas de cosas que irremediablemente cambiaron y necesitaba conservar. También creé uno para mí, inalterable, sin cabida en cualquier otra parte; allí están todas las cosas que sólo pueden estar allí.

Quizá vuelva algún día. Ahora son ellos, Sócrates y  los demás, los que me visitan, en el pozo, en unas palabras que compartimos, en los enclaves que sacamos del anonimato para hacerlos nuestros, en el olor del granado y la higuera… Recuerdo todas sus caras entre las hojas verdes de mis sueños. Cambian con cada rayo de Sol, todos los días con una nueva primavera.  

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