TRIUNFO Y HULE

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Nuestro paisano Carlos Aranda ya conocía la parte dolorosa de su oficio por anteriores percances. El riesgo de esta profesión implica lesiones o heridas que normalmente los toreros, que están hechos de una pasta especial, superan mejor que el resto de los mortales. Ánimo Carlos y a recuperarse pronto y bien para volver a la cara del querido enemigo.

Como deducirán por el titular  y la entradilla, el novillero daimieleño ha saboreado las mieles del triunfo y el amargor de la cornada propiciada en Bodonal de la Sierra, al lado de Zafra, por un novillo-toro de Carriquiri. Esto ocurría el domingo 12 de Mayo.

En épocas pasadas se distinguía a primer golpe de vista un toro de un novillo. La evolución de la cabaña brava, marcada desde Las Ventas, nos lleva a no diferenciar hoy día novillo o toro si no miramos la tablilla. Un novillo de Carriquiri, toro de apariencia, propinó una espeluznante cogida al novillero de Daimiel, al entrar en la suerte suprema con todas las de la ley ante el morlaco que esperaba con la cara arriba y a verlas venir. Paliza tremenda para Aranda y carnes abiertas por la cornada de trayectoria ascendente en el muslo derecho. Gajes del oficio, a recuperarse pronto y a seguir confiando en la profesión elegida y en los profesionales médicos-taurinos. Su compañero de cartel Juanito salió por la puerta grande, el de Daimiel por la enfermería. Impuesto sangriento que conlleva la crudeza y la grandiosidad de esta carrera marcada por el triunfo y el hule.

La tarde anterior, Carlos Aranda abrió la puerta grande en Corral de Calatrava portando en sus manos las dos orejas y el rabo de su primer astado, en una novillada celebrada en la localidad manchega tras veinte años de ausencia de la fiesta nacional. Hubo entrega, sinceridad y valentía del novillero ante el buen cornúpeta de gran calidad y guapas hechuras de Víctor y Marín. Vuelta al ruedo para el burel.

El doctor Masegosa, célebre eminencia en cirugía taurina, Manolo Amador padre, el veterano varilarguero Ignacio Sánchez, el experto subalterno Valentín Cuevas, aficionados locales y muchos partidarios del daimieleño desplazados en tarde espléndida, contemplaron en directo el triunfo del paisano y la segunda lidia a un morlaco, otro novillo-toro, que imponía desde su mirada. Pinchó el novillero y los trofeos se fueron al limbo, recibiendo el muletero palmas desde el tendido, cubierto en sus tres cuartas partes y rebosante de empatía con Carlos Aranda.

Recuperación pronta y segura para el de la Avenida de los Poetas, mientras sus mentores propician nuevas actuaciones.

¡Suerte, torero!

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