Bullicio florido, Santos, castañas y nueces

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En el Día de Los Santos, festividad religiosa que la Iglesia celebra el 1 de noviembre conmemorando a todos sus Santos, la costumbre popular nos acerca a los cementerios, donde reposan los restos de nuestros difuntos. Las tumbas, los panteones, los nichos, lucen sus mejores galas. Lápidas relucientes, mármoles impolutos y deslumbrantes, epitafios en prosa o verso con leyendas que recuerdan al yacente… y flores, muchas flores. Coronas, cruces, centros, manojos, adornos florales pujantes que confieren al camposanto un lustre especial. Macizos floridos con escudos del Madrid y del Barca, en memoria a los finaos forofos de estos clubes. Y un preciado patrimonio cultural en nuestro cementerio, que aglutina historia y manera de ser de los daimieleños, protegido todo ello por cipreses, árboles eternos. Y gente, mucha gente, que no falla  en su visita anual. Melancolía, sollozos, tristeza, lloros, desconsuelo, pesadumbre… rezos, recogimiento, fervor… saludos entre convecinos, saludos a los ausentes que en este día se dejan notar… conversaciones, chismorreos, sucesos y novedades para una puesta al día… la vida misma en el florido espacio de la necrópolis daimieleña. El Ángel del Silencio tiene escaso éxito en el Día de Los Santos. Nos invita al recogimiento desde la calma y el mutismo, nos invita a pensar… pero dijo el filósofo que quien piensa vive dos veces…, pero si estamos en el cementerio… no sé qué pensar… sólo se vive una vez, con azúcar moreno…, qué lio… menos mal que la muerte no es el final, que dicen otros…, por lo oído, pasamos a mejor vida.

Y mientras tanto, los protagonistas del día, ¿qué dirán?… En vida, hacían lo mismo. Ahora que ya conocen la verdad ¿qué pensarán? Deberían comunicarse con nosotros para enseñarnos la vida desde la muerte…, aunque tal vez, lo mejor es estar alegres y hacer buenas obras mientras vivimos. Y algún que otro día, escribir sandeces, que también tenemos derecho a ello. Ah, y lo de Halloween, lo dejamos para otro momento, Donde se ponga el día de los “finaos”…, bullicio florido y sin disfraces.
El sueño eterno de nuestros santos difuntos debe ser deseable. Ninguno despierta, ninguno vuelve a contar nada del más allá, mientras a nosotros nos da por pensar para poder vivir dos veces. “A ver pa qué y luego pa ná”, dicen otros, comprimiendo en esa expresión toda una filosofía de la vida. El día 2, Día de los Difuntos, daremos sentido religioso a nuestras reflexiones, volveremos a la mística. Día de misa por ellos, fe en la otra dimensión. Hay que estar cuerdo para pensar en esta aventura que nos puede hacer transitar por el infinito o llevarnos a la presencia de Dios.
 
Y toda esta cavilación, rodeado de tumbas, panteones, moradas finales en el cementerio de Daimiel, la muerte a nuestro lado.
“A ver paqué y luego pa ná”… ¿o sí? Es difícil definir a la muerte y el más allá. En cualquier caso, hemos pensado un buen rato en tierra sagrada. Viviremos dos veces. Eso sí, con castañas y nueces.

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