Los molinos: grandes ingenios en la Historia de Daimiel

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Los molinos fueron unos valiosos ingenios destinados a moler el cereal para obtener fundamentalmente harina, razón por la cual también son conocidos como molinos harineros. Este artículo fue durante muchas épocas un producto importante y necesario tanto en la alimentación de la población como en su utilización como pienso para el ganado.
Estos dispositivos se han convertido en un recurso tan valioso que podemos considerarlos como un “emblema” de nuestro patrimonio cultural. No sólo por su presencia destacada dentro del paisaje manchego, en el cual se erigen de manera imponente, sino que incluso forman un componente activo dentro de nuestro imaginario colectivo. Así, estas construcciones son protagonistas, por ejemplo, del capítulo VIII de la celebérrima obra de D. Miguel de Cervantes El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de la Mancha, que tiene por título “Del Buen Suceso que el valeroso Don Quijote tuvo en la espantable y jamás imaginable aventura de los molinos de viento, con otros sucesos dignos de felice recordación”, y que todos tenemos presentes entre las cuitas del Caballero de la Triste Figura. No obstante, esos “gigantes de brazos largos” a los que D. Miguel hace alusión, y que encontramos en poblaciones vecinas como Puerto Lápice, Herencia, Alcázar o Campo de Criptana, entre otras, no correspondería con el tipo de molino generalizado en Daimiel, ya que serían los denominados “hidráulicos o de agua”, los que por las características del medio daimieleño se extenderían dentro de su término municipal.

A pesar de que puedan existir evidencias materiales de una explotación productiva hidráulica desde época romana en gran parte de la Península Ibérica, y que algunos de ellos podemos situar su génesis en el período andalusí, las primeras referencias documentales sobre los molinos no lo encontramos hasta el siglo XIII. Concretamente corresponde a una Concordia celebrada entre las Órdenes de Calatrava y Hospital estableciendo el deslinde de términos en 1232. En este sentido, la consolidación del poder castellano en esta centuria facilitaría el levantamiento o puesta en funcionamiento de estructuras con sentido exclusivamente productivo, como ocurriría en este caso.
Otros testimonios documentales de gran valor, sobre todo por su contenido y sentido descriptivo, fueron las Relaciones Topográficas de Felipe II, en 1575, donde se inventariaron los molinos existentes en la localidad, con especial mención a los emplazados en el Guadiana, señalando una alta concentración de los mismos. Concretamente, recoge los denominados Arquel, Zuacorta, La Parrilla, La Dehesa (La Máquina), El Nuevo, Griñón, Muñomocho (Molemocho), y El Navarro.
 
Por tanto, estos molinos daimieleños se caracterizaron por situarse enclavados en los márgenes de los dos principales cursos fluviales que vertebran la localidad, Azuer y Guadiana, aunque la mayor parte se emplazaban en este último. En este contexto, estimando la peculiar fisonomía de los ríos en este territorio, que atraviesa terrenos casi absolutamente horizontales y muy permeables, imposibilita la construcción de grandes canales de derivación para la alimentación de los molinos, por lo que estas construcciones se situaban sobre la  ribera del mismo río, o a veces incluso dentro del propio cauce, dando lugar a la aparición de un tipo de molino hidráulico de ribera con características particulares. De todos modos, en algunos casos se producía el desvío a través de un  pequeño canal artificial.
Un recurso para alimentar estas edificaciones consistió en el levantamiento de una gran presa térrea diagonal a la corriente, conocida como azud o azuda, y que constituía un instrumento muy útil para la regulación y aprovechamiento del agua al contar con tramos intermedios de fábrica, traspasados a su vez por varios ojos que podían ser abiertos o cerrados a voluntad por medio de compuertas de madera alojadas en guías verticales. Además, esta represa también podía servir a su vez para otros usos, como el riego de fincas colindantes. El origen de estos azudes puede retrotraerse al mundo romano, como serían los casos de Arquel o La Parrilla, aunque la falta de investigaciones exhaustivas en ellas no permite afirmar de manera rigurosa esta hipótesis.
Los edificios fueron de planta rectangular, y en general de considerables dimensiones. Las fábricas fueron levantadas mayormente con mampostería y tapial de cal y barro con verdugadas y machones de ladrillo macizo rojo. Los paramentos habitualmente estaban encalados tanto al interior como al exterior. Mientras que las techumbres se construyeron con vertiente a dos aguas sobre cerchas de madera y cubiertas vegetales sobres las que se situaban tejas curvas. Es decir, corresponde con materiales presentes en el entorno más próximo, participando de tipologías constructivas análogas a este ámbito territorial.
Junto a los molinos se localizaban en estructuras individualizadas otras dependencias como viviendas, almacenes, cuadras, etc, con características muy parecidas a las señaladas.
 
Estos ingenios hidráulicos cumplieron una función económica y social significativa dentro de la población de Daimiel durante muchos siglos. Por una parte sirvieron para el sostenimiento de sus habitantes a través de la molturación de harina. Por otro, representaron puntos de encuentro y comunicación, formando auténticos centros de reunión cuya trascendencia fue mucho más allá de la meramente económica. En torno a estos molinos se vertebraron caminos que fueron vías de comunicación entre el casco urbano y el medio rural. En muchos casos esta red viaria aún conserva la toponimia, manteniendo hoy en día  el nombre del molino al cual se dirigen, Puente Navarro, Molemocho, La Máquina, El Nuevo, etc.
 
En conclusión, estos molinos corresponden con uno de los bienes más característicos dentro del patrimonio cultural de Daimiel. A pesar de este valor, estas construcciones se encuentran en un estado de conservación heterogéneo, en virtud de su propiedad o su localización. Algunos de ellos han sido objetos de actividades de rehabilitación o puesta en valor, como los más cercanos al P.N. Las Tablas, como ocurre con Molemocho o Puente Navarro, mientras que otros están casi desaparecidos o se encuentra en un serio riesgo de efectuarlo en breves fechas si no se actúa sobre ellos.
 
 
Bibliografía:
 
CLEMENTE ESPINOSA, D. (2009): “La imagen más antigua de los molinos hidráulicos del Guadiana a su paso por Daimiel, a través de un plano conservado en la sección nobleza del A.H.N., Actas V Congreso Internacional de Molinología, Alcázar de San Juan, (2009): 73-80.
SANTOS SANTOS, J. F. y MORENO DÍAZ DEL CAMPO, F. J. (2009): “Territorio, agua y sociedad. Hacia un modelo de distribución de los molinos hidráulicos en el entorno de Las Tablas de Daimiel, Actas V Congreso Molinología. Alcázar de San Juan, 729-740.
TORRES MAS, M. (2013): “Azudes, presas y molinos: evolución histórica de estrategias hidráulicas en Ojos del Guadiana”, IV Congreso Interdisciplinar de Jóvenes Historiadores Los Lugares de la Historia, Universidad de Salamanca, Salamanca, 1403-1420.
VIÑAS MEY, C. Y PAZ. R. (1971): Relaciones de los pueblos de España ordenadas por Felipe II, CSIC, Madrid.

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